quarta-feira, 22 de fevereiro de 2012

EUTANASIA NEONATAL



            En nuestros días, la biotecnología médica ha avanzado de forma vertiginosa y ha logrado intervenir hasta con la posibilidad de manipular la vida de un feto, ya sea para mejorar sus condiciones de vida futura o ya sea para eliminarlo. Precisamente el poder de decidir si un feto viva, genera problemas en donde la bioética debe intervenir.
            Así, se puede ver distintas situaciones cuestionables como el caso del autor Peter Singer, que afirma que si un feto viene con malformaciones cerebrales se le puede eliminar, por el hecho que tal feto no constituye una persona. Si éste no puede sentir placer o dolor, es mejor quitarle la vida. Otro caso cuestionable se puede observar en los Estados Unidos, en donde se puede someter a prueba a los fetos para detectar malformaciones congénitas. El riesgo se encuentra en los falsos positivos, ya que existen la posibilidad de errar en el diagnóstico.
            Como vemos, el problema de esas prácticas eugénicas ya con llevan problemas éticos serios, pues sin tener en cuenta la dimensión trascendente, la intención de eliminar vidas, vía selección, ya es moralmente indebido porque rompe el principio de no-maledicencia[1].
            Ahora, la pregunta a realizar es la siguiente: ¿cómo se puede asegurar con tanta vehemencia que una vida humana es persona o no lo es, por el simple hecho de tener defectos congénitos? ¿No será que falta crear, en nuestra sociedad más campañas públicas en pro de la vida misma? ¿Quién nos hace jueces para decidir sobre la vida de otros?
            A pesar de estas preguntas, es necesario considerar también los casos particulares en donde una pareja, por ejemplo, decide libremente un aborto con el fin de que la futura vida de su hijo no se convierta en un suplicio ni para ellos ni para el mismo hijo. Por el hecho que tales prácticas no sean moralmente ilícitas, no se puede condenar a dicha pareja, ya que nadie, que no haya tenido la misma experiencia, siente el dolor que ellos padecen.
            De este modo, creemos que tales prácticas son moralmente ilícitas, pues no somos jueces que decidimos quien debe nacer y quien debe morir. Sin embargo, hay que considerar cada caso y no hay que condenar a las personas involucradas directamente en la cuestión, sino a las políticas que llevan a una cultura de la muerte con el fin de lograr una mejor vida. Por Fredy H. Castaneda Vargas (aluno).

Crédito da foto: http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/0/0b/Fetus_amniotic_sac.jpg/250px-Fetus_amniotic_sac.jpg


[1] Sin embargo, hay que aclarar que si tales prácticas sirven para mejorar la vida futura del feto no hay ningún problema.

Um comentário:

  1. Estou de acordo sobre considerar cada caso em particular. Esse modo de olhar, massificador, generalizante, globalizante dos quais os postulados morais estão muitas vezes revestidos, revela um jeito de pensar ainda pouco personalista, que não considera o sujeito em sua especificidade. É um modo de a ética ainda estar ligada à metafísica, em que a diferenciação não passa de afecção e é desimportante, portanto. Por outro lado, considerar as nuances inúmeras dos casos pode fazer-nos redundar no que há de pior na casuística. Conjugar a pessoa (com sua situação própria) com os valores morais que perpassam nossa cultura colocando tudo isso em discussão à procura de juízos cada vez mais consensuais parece ser a saída.

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