Las ciencias positivas,
en las cuales se basan los impresionantes avances tecnológicos de nuestro
tempo, han sido consideradas el espacio de las certezas. De hecho en la época
moderna hasta la filosofía deseó parecerse en la formalidad a las ciencias, ver
por ejemplo la ética geométrica de Espinoza. Pero como el tiempo ha mostrado,
es cuestión de maduración, búsqueda sincera y coraje, para encontrar el camino
cierto hacia la propia identidad.
Es propio de las ciencias
naturales, dar respuestas generales, validas en toda circunstancia, ojalá leyes
matemáticas con la mayor generalidad posible. Sin embargo a pesar de tanto
avance parece que de la vida misma y del como vivir bien no sabemos mucha cosa.
Estamos aquí ante el debate entre conocimiento científico y sabiduría de la
vida. El campo de la bioética parece sacarnos de la frialdad de las ciencias y
ponernos de frente a la vida con situaciones inesperadas ante las cuales es
imposible tener de antemano una respuesta, y que precisa más un conocimiento
del orden de la sabiduría.
Ante la decepción
creciente de un desarrollo tecnológico vertiginoso, que nos da comodidad pero
que no da calor al corazón, ha vuelto la necesidad del mito, la necesidad de
sumergirnos de nuevo en una búsqueda de sentido en relatos y palabras simples,
como cansados de mil y un sofisticados argumentos que explican mas no consiguen
satisfacer la necesidad profunda de sentido que todos tenemos dentro. Volver de nuevo a la alegría sincera de tantas personas
sencillas que conocemos y que sin saber mucho sobre las ciencias, llevan con dignidad y alegría las marcas del
sufrimiento de la vida. Por Néstor Fajardo (aluno)
Créditos da figura: http://img.wallpapers.net:81/walls/heart_melting_ice-wide.jpg
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